Introducción
¿Cómo abordar los procesos de independencia no solamente como hitos del pasado sino
como movimientos económicos e ideológicos que configuran una filosofía
de la historia y ritman la cambiante geopolítica mundial? Solo
así podríamos comprender esa compleja interacción entre componentes
productivos, sociales, culturales, territoriales y políticos que
han actuado en este novedoso proceso —nunca antes ocurrido en la
historia de la humanidad— que se desarrolló de 1776 a 1824 y que
comprendió la Independencia de las nuevas naciones surgidas en América,
la Revolución Francesa y las luchas de independencia en Europa Central.
Y un siglo después fue la referencia conceptual inevitable para el
nuevo ciclo de Independencias que llevaron adelante África y Asia en
nombre de la soberanía nacional y de la autodeterminación de los
pueblos. Gracias a la caída de las monarquías y las potencias
coloniales se creó el nuevo orden mundial fundado sobre la base de los
Estados Nacionales independientes.
¿Es posible
una lectura de la Independencia desde una visión del presente? Toda
lectura tiene la impronta de su época, de su circunstancia, y ésta no
es la excepción, no para ‘rectificar’ el pasado sino para entender que
son procesos «abiertos» en el tiempo. En latín conmemorar significa aprender, pues al recordar con método los hechos del pasado se logran enseñanzas para el presente y el futuro. Referirse a la conmemoración de la Independencia significa evaluar lo aprendido
en estos 200 años, identificar las promesas incumplidas y las metas que
quedaron inconclusas. No sacaremos ninguna enseñanza si pensamos
que son asuntos de un pasado clausurado que no tienen relación alguna
con el presente. Un buen ejercicio conmemorativo requiere de una visión
que vaya más allá de una narrativa histórica congelada y parcelaria. Se
trata de una incursión a las estructuras del pasado para repensarlo con
los ojos epistémicos del presente, ver su entramado complejo, pues en
ese ejercicio se encontraran las líneas de continuidad yde ruptura de estos procesos: de las comparaciones surgirán los déficits interpretativos de las sucesivas lecturas
de estos hechos, amén de registrar los mitos, silencios y ambigüedades
interesadas que se han vuelto lugares comunes en la
historiografía oficiosa de estos 200 años. La misma actitud tendrán
quizás los lectores en el próximo centenario...
1. Creación, recreación y experimentación en la historia de las Américas
Toda
la historia de las Américas hasta antes de la conquista europea ha
estado pautada por una vida material y espiritual endógena, generada
por la manera en que estas poblaciones se relacionaban con su propio
medio geográfico, logrando 5 mil años antes de la era cristiana entrar
en una edad cultural que les permitió formas originarias de
organización social, agricultura, saberes medicinales, cosmogonías,
técnicas de recolección. Esta intensa vida hecha de experimentación, de
saber empírico, los llevó a construir 3000 años antes de la
cristiandad ciudades sagradas bien trazadas como Caral, contemporáneas
de las ciudades mesopotámicas, de China y de Egipto. Con esos saberes y
técnicas que se fueron acumulando, los reinos Mayas construyeron dos
mil años después de Caral sus sofisticados palacios y en el área andina
se edificó esa esmerada red de caminos, que sumaron 7 mil kilómetros,
conocidas hoy como los Caminos del Inca (Qapac Nam)1.
Con
los procesos de Conquista, estos saberes colectivos se confrontaron con
los que aportaron los europeos, en todos los campos: técnicas de
agricultura, construcción de casas, tratamientos de salud, creación de
instituciones, formas de culto religioso, técnicas musicales, recetas
gastronómicas, de modo que se instauró una dialéctica donde
coexistieron tanto prácticas de sincretismo, como de resistencia, de creación, de re-creación
(sumando los aportes). A pesar de los intentos de imponer sus modelos y
sus normas, la dominación colonial se encontró con la oposición de
estructuras sociales y tecnologías endógenas. Por eso, en cuanto al
cumplimiento de leyes, la Autoridad local decía, «esta Real Orden se
acata pero no se cumple». Igual se decía en otros ámbitos.
Estas
dinámicas han marcado la vida material y espiritual de los pueblos
americanos, una manera de acercarse a la realidad, cercana a la experimentación,
que ha dejado su impronta en el campo político cuando se trató de
luchar por la Libertad individual y la Independencia de las naciones y
cuando se comenzó a construir la nueva institucionalidad republicana.
Por eso, la primera idea que desearía desarrollar es la de experimentalismo americano, que
nos permitiría comprender el proceso de construcción de los
Estados-Nación tras la Independencia. Para poder percibir su
importancia en la estructuración de las realidades sociales que
surgieron y surgen en nuestro continente, es necesario tomar en cuenta
este concepto.
La noción de experimento
—como sabemos— está relacionada con el surgimiento de la ciencia
moderna. La observación, la manipulación de los fenómenos, la
utilización de instrumentos e incluso el recurso de experimentos
sociales, forman parte de la experimentación en Occidente. Un rasgo
característico en este proceso de creación científica fue la
preeminencia de la teoría sobre la experimentación. El uso de la
experimentación en los procedimientos científicos tenía
legitimidad —al menos para una gran parte de la comunidad de
científicos— en tanto que ella confirmaba la validez o no de una
teoría. La teoría guiaba en algunos casos los procesos de
experimentación como es el caso de los experimentos mentales; en otros
casos, eran los procesos experimentales que servían de hitos para
rectificar o incluso dejar de lado una determinada teoría como ocurre
con las ciencias físicas experimentales. En suma, toda
teoría se presenta como una descripción formal de las
estructuras de la realidad, mientras que el experimento era
contemplado como un procedimiento para dar un contenido empírico,
verificable, a una determinada construcción teórica. Las
ciencias sociales no han sido ajenas a esta visión de la ciencia. Esta
idea está presente incluso en la base misma de los trabajos de los
padres de la sociología occidental, Emile Durkheim y Max Weber.
La preeminencia de la teoría sobre la experimentación es la forma moderna de un antiguo prejuicio: la preeminencia de la teoría sobre la praxis. Presente en todos los pensadores de la Antigüedad y del Medioevo2,
algunos autores como Karl Marx han querido romper este prejuicio
enunciando a partir de una teoría, la onceava tesis sobre L. Feuerbach,
la preeminencia de la acción, con lo que Marx adhiere, sin saberlo, a
la antigua escuela materialista china.
A
diferencia de los preceptos europeos en torno de lo político y lo
social, el experimentalismo americano surge de lo concreto, nace de la
vida, la naturaleza y la historia, siendo muchas veces una práctica
social sin discurso. No es una prédica nacida de alguna escuela, sino
una manera de sentir el mundo, una manera de organizar las
instituciones políticas y sociales que se arraiga en la realidad. No es
la teoría la que dirige la práctica. ¿Es obligatorio
epistemológicamente que toda práctica se inscriba en una teoría?
Por esto es que con frecuencia a los observadores de otras partes del
mundo les resulta difícil clasificar, según sus propias categorías, las
experiencias políticas o sociales latinoamericanas.
Quizás
la primera confrontación entre el experimentalismo y el teoricismo se
produjo en el célebre debate de Valladolid que opuso dos formas de
humanismo: el humanismo renacentista representado por Juan Ginés de
Sepúlveda y el humanismo nuevo del dominico Bartolomé de las Casas.
Frente a un humanismo que centra su mayor interés en la cultura y el
saber como fuentes de transformación del Hombre (mediante el estudio de
los textos y las lenguas clásicas), se puede decir que el humanismo
americano avala lo esencial de esta actitud. Pero el humanismo
lascasiano es un humanismo encarnado en la realidad, se fundamenta en
buena parte en el conocimiento de las prácticas sociales y culturales,
las formas de vida concreta del hombre americano. Durante el debate
acerca de la humanidad de los indios (1550), Las Casas enfrentará al
famoso humanista Ginés de Sepúlveda, el cual se apoyaba en la autoridad
de Aristóteles para afirmar la desigualdad de los indios. Mientras que
Sepúlveda aplicaba la tesis aristotélica de que el ordenamiento social
reflejaba lo que es prescrito por la naturaleza, ordenamiento que
justificaba la existencia de seres serviles por naturaleza —los hombres
americanos—, Las Casas presentaba como argumento el alto nivel
alcanzado por el hombre americano en aspectos de cultura y de
civilización (alcanzando estándares comparables a los de las altas
civilizaciones), lo que demostraba fuera de todo apriorismo su
condición humana y por tanto su condición de hombre libre.
Es
importante notar que la visión holística y pragmática de Las Casas,
orientada más a rescatar lo esencial del humanismo que a la creación de
un discurso de prestigio3,
le permitirá fundar un verdadero universalismo, una experiencia de lo
humano que siendo americana puede ser extensible a otras regiones del
mundo. Por esta razón, no detiene su defensa de la dignidad humana en
el hombre americano sino también realiza una vigorosa lucha por el
reconocimiento de la humanidad del africano, del Hombre en su condición
histórica, lo que constituye un legado plenamente vigente en la hora de
los movimientos por la Libertad y la Independencia. Estos ideales de
antigua data en la historia de la humanidad fueron asumidos en América
como una demanda muy práctica: libertad para los vasallos de la Corona
y los esclavos, e independencia para las naciones colonizadas.
2. El Movimiento por la Independencia y la Libertad en las Américas y Europa (1776-1824)
La
visión fragmentada que predomina sobre este período revolucionario
tanto del lado europeo como del americano, llevado al extremo por las
historias nacionales, condujo a opacar y hacer casi imperceptible el
alcance mundial, geopolítico, de este poderoso movimiento. Dos fueron
las ambiciones que motivaron la rebeldía en ambos lados del Atlántico: Libertad e Independencia. Libertad para los individuos,
a fin de que dejaran de ser vasallos de un Señor, el monarca o sus
representantes. La Independencia, en cambio, poseía un carácter colectivo, pues son los pueblos
que se liberan para construirse como naciones soberanas. No obstante,
el vínculo entre Libertad e Independencia fue indisociable en los
procesos revolucionarios americanos, pues en un mismo movimiento se
buscada satisfacer tanto demandas individuales como colectivas. Así lo
reconoce claramente la Declaración de Independencia de las 13 colonias
unidas de América: «That these united Colonies are, and of right ought to be Free and Independent» (1776).
En
términos semejantes se habían manifestando ya otros movimientos y
líderes intelectuales tanto en América del Norte como en el Sur, y
en Europa fue la levadura de la Revolución Francesa. En el caso
de Suramérica, en ese año de 1776, Túpac Amaru se niega a enviar la
«cuota de mitayos» de su cacicazgo destinados a trabajar con salarios
de muerte en las minas de Potosí, lo que fue considerado un grave acto
de rebeldía. Con esta decisión inicia los preparativos de su rebelión,
que estalla en 1780, adoptando como una de sus primeras medidas la
abolición de las mitas (es decir el trabajo no remunerado) y la
libertad de los esclavos.
La estrategia
discursiva de los independentistas americanos incluía promesas de una
liberación de la fuerza de trabajo servil en aras de un estatuto
ciudadano que diera la igualdad a blancos ricos y pobres, indígenas y
negros. Estos ideales tuvieron una gran resonancia en Europa donde la
lucha se planteaba en términos de un cambio de régimen: la caída de la
monarquía liberaba al Hombre de su condición de súbdito y le permitía
acceder, gracias a su trabajo y sus méritos, a la igualdad de
oportunidades. La ecuación buscada era libertad con igualdad. Era la
agenda de la revolución que se gestaba en Francia.
La difusión de estos ideales en Europa, sea en la literatura de savants
como en la praxis, avanzó por los caminos de la prudencia. En
l’Encyclopédie de Diderot, de tanta influencia entonces, el término Independencia no tiene una significación propiamente política. Existen varías referencias vinculadas a la noción de dependencia
de un infante de sus padres, o a la falta de autonomía de una persona
minusválida, o a la clásica dependencia de un súbdito frente a su
Señor. Sin embargo, se podría decir que la noción de
dependencia/independencia política y social estaba ya en el espíritu de
la época. Por ejemplo, una de las primeras críticas directas a la
administración monárquica, la encontramos en la edición de 1781 de la Historia filosófica y moral de las dos Indias,
del Abate Raynal, cuya revisión y ampliación se beneficio de la prosa
rebelde de Diderot. Allí los filósofos se valieron de una estratagema
para criticar de manera abierta a la administración absolutista, que se
resume en: «la administración es corrupta y cruel pero el Rey es
impecable». Esta edición le valió a Raynal un discreto exilio en
Holanda y a Diderot pasar a la clandestinidad.
En «El viento de América, 1778 - 1782», 2do. volumen de la documentada serie Les hommes de la liberté,
compuesta de 5 tomos y especializada en siglo XVIII, el historiador
Claude Manceron resume el panorama entre Europa y las Américas de este
modo: «el gran affaire es la guerra en América. Francia
fracasa en su intento de invadir Inglaterra, pero sus grandes navíos
van a ayudar a la victoria de Washington, de La Fayette y de
Rochambeau. La fuerza del viento de América levanta una tormenta sobre
las rígidas estructuras de Francia, donde Necker es renunciado y Raynal
exilado por el hombre que sube al poder, Vergennes. ¿Qué importa? Maria
Antonieta comienza a ‘inclinarse’ hacia el conde de Fersen
(oficial en América), y da a luz al Delfín del reino, pero los
parisinos parecen estar más interesados en la canasta de Mesmer. Pero
las terribles maldiciones de Diderot se hacen eco de la debelación
sangrienta de la gran revuelta en el Perú conducida por Túpac Amaru»
(Robert Laffon editor, París 1974).
Donde la
ecuación Libertad e Independencia fue casi perfecta fue en Haití. Desde
1790 se luchó tanto por la abolición de la trata como por la
independencia del país. Era la colonia francesa más rica, pero La
Convención no pudo concederles la libertad y la igualdad, que sí otorgó
a los hombres de la metrópoli. Sólo en 1804, luego de una cruenta
lucha, obtuvieron la libertad y la independencia. Dos años después
Napoleón envió una numerosa expedición de reconquista.
La
influencia de la América independiente en la Revolución Francesa es muy
conocida. La idea misma de «Independencia» de un país frente a una
potencia europea, despertó mucho interés, y la capacidad de creación y
experimentación de los americanos en materia social y económica
sorprendió a muchos. Si las colonias se independizan, ¿por qué no los
súbditos europeos? Versalles contribuyó con la Independencia
Americana, enviando una expedición de 4 mil hombres. El Rey mantuvo por
eso una relación privilegiada con los embajadores norteamericanos
(Franklin, Jefferson, Morris, etc.), quienes no solo aconsejaban
a la Corona en algunos asuntos de estado, negociaban el canje de deudas
(pagar la deuda con trigo), sino que mantenían también una relación
cercana con muchos de los emergentes líderes revolucionarios, como
Condorcet, Laffayette, Brissot, fervientes seguidores de la revolución
americana. Esta complicidad se enfrió en el período del Terror, cuando
reinó la guillotina, y se volvió francamente antagónica cuando Napoleón
instauró un Imperio.
Queda claro que el
poderoso movimiento social por la Libertad y la Independencia
constituyó un proceso complejo en extremo, sólo explicable si se toma
debidamente en cuenta tres componentes, que a veces son dejados de lado
en las lecturas clásicas:
- El despegue de las
fuerzas productivas en ese momento, especialmente en la región nor-este
de Norteamérica, y de actores sociales emergentes, como eran las
burguesías de la metrópoli y las colonias, que exigían sin ambigüedad:
«libertad de los mares, libertad de comercio»,
- Los
factores de poder Estatal que tuvieron un gran peso en el juego de las
decisiones y estrategias: los Casas Reales de España, Francia e
Inglaterra,
- La participación activa, social y
productiva, de fuerzas sociales resistentes a la dominación
colonial, como eran los esclavos negros, los pueblos indígenas, las
poblaciones mestizas y las mujeres trabajadoras.
El encuentro excepcional, en términos históricos, de estos tres componentes configuró el ciclo de la Independencia y la Libertad, que encuentra su punto culminante entre 1776, con la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, y 1824,
con la Batalla de Ayacucho que con la derrota de España libera a
Suramérica. Este período se articula con otros grandes acontecimientos,
muy interrelacionados entre si, como la Revolución Francesa
(1789), la Revolución abolicionista e independentista haitiana (1804),
la abolición definitiva de la trata negrera en Inglaterra (1806), la
ocupación napoleónica de España (1808) que dará lugar a las Cortes de
Cádiz y legitima poderes autónomos en Buenos Aires, Santiago de Chile,
México, Quito (1810), la Independencia de Venezuela (1812), y la
Independencia del Perú (1821).
A semejanza del
Nuevo Humanismo representado por Las Casas, con las gestas
independentistas se da otra revolución de orden no sólo
político-social, sino epistemológico: ¿qué representó sino para la
Ciencia Política, para el Derecho Internacional, para la Historia de
las naciones el proceso de Independencia de los americanos? Este era un
concepto tan de vanguardia que los enciclopedistas no lo incluyeron en
las entradas de sus célebres volúmenes. Si revisamos la acepción
correspondiente, podemos encontrar tres o cuatro nociones de
independencia: la independencia del hijo frente su padre, del esclavo
frente al amo, pero ninguna se refiere a la dimensión política y
colectiva. La formación de estos conceptos se inserta en la singular
realidad histórica americana, son procesos socio-históricos. En el
camino se forjaron otros conceptos vecinos como separatismo, disolución de obligaciones, absolución de cargas, después emancipación. Y hasta que se plebiscitó el término independencia.
Gracias a este concepto, se generó una revolución en el orden colonial
instaurado por las potencias europeas, de la que se sirvieron luego
otros continentes como África, Asia y Europa central. Pero también la
idea posible de una sociedad mundial de Hombres libres, con hombres y
mujeres tanto de las metrópolis como de las ex-colonias.
Este
aporte al avance de la causa de la humanidad se olvida con frecuencia,
pues la versión historiográfica predominante insiste en la idea que:
«Rousseau fue el autor intelectual de la independencia. Los uniformes
de los Libertadores eran napoleónicos». Efectivamente, se leyó mucho a
los ilustrados, y los insurgentes utilizaron a veces uniformes y
tácticas que correspondían a los usos militares de esa
época, pero incluso en esto hubo mucha creatividad política y
militar. San Martín constituyó su Ejército del Sur reclutando
mapuches, guaraníes, aimaras, negros libertos y cimarrones, y
recurrían tanto a las estrategias de las guerrillas, las montoneras y a
la guerra formal4, lo que les permitió entrar en Lima sin disparar un solo tiro5.
En las Cortes de Cádiz se preguntaban, ¿cómo organizar de modo institucional la enorme América hispana, casi
cuarenta veces más grande que la península ibérica?,
¿cómo estructurar los nuevos estados? ¿cómo elegir las autoridades? La
gente de Miranda decía: "no, para la América del Sur es necesario un
Inca". No es que buscaran un Inca del Cuzco, sino que se crearía
la institución de mando supremo llamado Inca, encarnado en dos
representantes, uno para la Capital y otro para que recorra el
Continente. Todo esto fue un proceso de creación, experimentación y
propuestas. Se discutió también si la división administrativa de las
unidades territoriales serían las municipalidades, los condados
(siguiendo la tradición inglesa) o las prefecturas (siguiendo la
división francesa). Era —claro está— un desafío enorme organizar
política y socialmente tan inmenso territorio. Para el sur de
Suramérica surgió la propuesta de creación de una Confederación de
Provincias del Sur, luego configurada como República de
Argentina. Visto desde un período largo, el experimentalismo, el hacer su propia experiencia, es una tradición de este Continente. Así como se acuñó en su momento el concepto de independencia, una hermana de ésta fue después la autodeterminación de los pueblos, y en el siglo XX la Doctrina Estrada
que postula la no injerencia en los asuntos internos de las naciones y
de los Estados. Una contribución al mundo en el plano
jurídico-político que hay que valorar debidamente.
Esta
tradición de experimentación política se manifiesta plenamente
hasta el presente, desde la Revolución Mexicana —la primera revolución
del siglo XX—, el gobierno popular de Jacobo Arbenz en Guatemala, la
Revolución Cubana, el Socialismo Democrático de Allende, la Revolución
de los militares nacionalistas en Perú, Ecuador y Panamá, hasta la
Revolución Sandinista, todos ellos han sido proyectos políticos
nacionales que han perfilado sus propios modelos mas allá de las
ortodoxias, con lo que mostraban una notable plasticidad para
acomodarse con sus realidades. La ciencia política convencional, guiada
por una epistemología occidentalo-centrista, tiene dificultades para
conceptualizar las experiencias que surgen en la región. No entiende la
aparición de proyectos alternativos, la existencia de la
alteridad en la política, como si la práctica política no tuviera
identidad alguna. El estribillo conocido es "es populista / es
heterodoxo/ es sui generis". Hacen esfuerzos para entender
por qué el PRI gobernó 70 años en México (más eficaces que el Partido
Comunista de la Unión Soviética, sin tratar de hacer juicios de valor),
ni tampoco se explican por qué el Peronismo se mantiene desde los
años 40 y gobierna hoy en día. No perciben con claridad el papel de las
clases medias y la necesidad de las alianzas en un «bloque de poder».
Cuando algo escapa al canon establecido, dicen: "no, eso es
un Gobierno autoritario y populista". Un líder del Caribe no tiene por
qué actuar igual que un ministro suizo. Puede ser que se hable alto y
fuerte y se ponga camisas floreadas, pero eso no tiene nada de
autoritario. A este modo de ser del hombre americano de sur y del
norte, se le llamaba en el ciclo de las revoluciones el Rusticatio americano.
3. Un difícil tango de cinco: América anglosajona, América hispana, Inglaterra, España y Francia
Muchas
historias nacionales se han esforzado por narrar el proceso de
Independencia enfatizando los parámetros locales de la acción y
disminuyendo la importancia de los poderes fácticos exteriores, sean de
la región (expediciones Libertadoras), el continente (influencia de los
Estados Unidos) o internacionales (España, Francia, Inglaterra). Es
relevante tener claro el escenario de poder real donde se movieron las
fuerzas sociales por la Libertad y la Independencia. Las grandes
potencias de la época disponían de ejércitos, poder económico,
influencia cultural, hacían alianzas diplomáticas en unos casos y en
otros se declaraban la guerra. Sus políticas coloniales eran fuente de
poderío, prestigio y dominación. Los períodos de máxima influencia de
estas potencias serían grosso modo los siguientes:
- España alcanzó su mayor poderío entre 1500 y 1650, cuando dominaba América, Flandes, Holanda, Nápoles.
- El siglo francés fue de 1650 a 1750 cuando prosperaba en Córcega, Haití, Senegal, La Martinica, La Reunión.
- El
poderío inglés duró siglo y medio, de 1750 a 1900, cuando además de sus
colonias en América y la India dominaba en casi todos lo mares y su
comercio se expandía raudamente.
En
relación a los procesos de liberación de las colonias americanas, el
juego estratégico entre estos actores se presenta del siguiente modo:
- Para
perjudicar a Inglaterra, Francia apoya la guerra de independencia de la
América anglosajona con préstamos financieros y un ejército de 4 mil
hombres.
- España, que tiene conflictos menores con
Inglaterra por la posesión de Gibraltar y La Florida, apoya de modo
parcial la Independencia de la América inglesa, especialmente en
la guerra de 1781. En Pensacola, siendo capitán del ejército español,
Miranda luchó con las tropas independentistas norteamericanas.
- Francia
se interesa por la independencia de la América hispana durante la
primera etapa de la Revolución Francesa (1789-1878). Existe la
corriente de los «brissotins», partidarios de Jacques-Pierre Brissot,
amigo de los americanos. Con la instauración del Imperio napoleónico el
interés no sólo desaparece sino que se hostiliza a los activistas
hispanoamericanos.
- A nombre de la «libertad de comercio»
y la «libertad de los mares», Inglaterra apoya la independencia de la
América Hispana a comienzos del siglo XIX. Tienen tratos con Miranda y
Juan Pablo Viscardo y Guzmán.
- Estados Unidos reconoce la
Independencia de Haití (1804), establece un comercio sostenido con esta
próspera isla, y manifiesta su apoyo a la independencia de la América
hispana. Es cuando ayudan en secreto a la expedición de Miranda (1806),
que termina, tras el fracaso de la expedición, con la ejecución por
horca de diez oficiales norteamericanos6.
- Ante
la invasión napoleónica a España (1808), Inglaterra apoya militarmente
a España y reduce notoriamente su apoyo a la causa independentista en
América.
- Con el descenso gradual del poderío español en
América por la ocupación de la península, Estados Unidos e Inglaterra
acentúan su comercio con los países hispanoamericanos.
- Cuando
en Buenos Aires, Santiago, Lima se producen sus respectivas
declaraciones de Independencia, en sus puertos están acodados navíos
mercantes norteamericanos y buques de la Armada inglesa7.
La incorporación de una visión geopolítica,
con frecuencia ausente en la historiografía tradicional, permitiría
superar las visiones fragmentarias que se tienen de las
conexiones que existieron entre procesos tan interdependientes, como
fueron la Independencia Americana, la Revolución Francesa y nuestros
propios procesos, y el papel de las potencias europeas. Entre los cinco
hubo muchos cálculos estratégicos y lógicas económicas distintas. El
establecimiento de alianzas y antagonismos era muy volátil.
Puesto
el escenario, veamos a los protagonistas. La Declaración de
Independencia de Estados Unidos, elaborada por un escritor e
intelectual como Jefferson, fue una novedad mundial, pues hasta
entonces «declararse independiente» no era una categoría jurídica
reconocida: ¿qué significa que una colonia se declare
independiente? El panorama histórico por tanto es éste: estamos en 1780
en el momento en que Washington libra una guerra decisiva contra
Inglaterra para hacer efectiva su independencia, mientras que Túpac
Amaru está levantado en el Sur, todo el Continente está movilizado. Es
necesario profundizar el estudio de los vínculos entre el proceso de
Independencia de los Estados Unidos, el de la América Hispana, y
el del Caribe francés8.
Cada vez se conocen más archivos sobre este período, como los de Rufus
King y del Gobernador Morris, embajadores de Estados Unidos en Londres
y París9. Cada
uno luchaba contra su propia Metrópoli. Hay pistas valiosas, como la
seguida por la historiadora Carmen Bohórquez para el estudio de la
«ideología criolla»10de
Francisco de Miranda. Él combatió en Pensacola como oficial del
ejército español, en apoyo a la causa norteamericana. Luego mantuvo con
ellos una relación privilegiada, pues vivió en Filadelfia entre 1783 y
1784, después de abandonar el ejército español. En ese período
fragoroso, cuando se gestaban los primeros movimientos de emancipación,
las primeras acciones, hay participación y acuerdos para
que criollos caribeños y sudamericanos luchen en Estados
Unidos. Hay que tener presente esa parte de nuestra historia con los
Estados Unidos.
Otro tanto sucedió con la
Revolución Francesa. La Revolución Francesa está estrechamente
vinculada la Revolución Americana. Diría influenciada por la Revolución Americana, porque siempre se cuenta la historia al revés. Se olvida de modo interesado el cambio de paradigma
que significó para los líderes de la Revolución francesa el surgimiento
del concepto de «Independencia», «libertad individual», «Constitución
ciudadana», «libertad de prensa». «congreso de representantes» puestos
en boga en las Américas. Condorcet escribe un libro sobre el modus operandi
de la revolución americana y explica a sus ávidos lectores qué es la
libertad de imprenta. Hay que tener presente que algunos connotados
líderes franceses habían sido oficiales en la expedición que guerreó
por la Independencia norteamericana. Los Diarios de
Franklin, quien fue el primer Embajador de los Estados Unidos en
Versalles, muestran la difusión de las nuevas ideas libertarias (montó
una imprenta en su propia casa). Jefferson, Embajador en la víspera de
la Revolución, fue un eficaz agitador de ideas en los Salones de París,
donde se presentaba escoltado de una hermosa negra norteamericana, que
era su mujer, algo que causó escándalo en la cuna de la «pureza de
sangre». En esa misma época desplegaban su activismo Francisco de
Miranda, Viscardo y Guzmán, Pablo de Olavide, quienes mantenían
relaciones cercanas con los representantes norteamericanos en París y
Londres.
Catorce años transcurren desde el
inicio de la Revolución americana (1776) hasta el inicio de
la Revolución en Francia (1789), y tres años más para el cambio de
régimen (1792): la abolición de la monarquía. Al decir Revolución Americana,
se entiende un proceso en curso en todo el continente: los
agentes comerciales, las cancillerías, los ejércitos, las
armadas, los hombres ilustrados sabían de los movimientos
revolucionarios que se producían en el sur, en particular el de Túpac
Amaru. Pero también había agitación en México, en el Río de la Plata,
en el Caribe. Los historiadores ingleses, por ejemplo, han estimado que
no había día en que no se produjera un conato de resistencia en el
Caribe. No había en toda América un esclavismo resignado como
tampoco hubo una pasividad ante la opresión de los pueblos indígenas.
Había más bien un estado de efervescencia. Y en los archivos
diplomáticos como en los archivos de las antiguas prefecturas de
Londres, París, Roma o Cádiz habría que investigar la actividad de las
logias y de los comités de conspiradores «españoles-americanos» que
actuaban es estos países.
El Acta de París,
concebida y suscrita en aquella ciudad en diciembre de 1797,
patrocinada por el General Miranda, contó además con el aval de los
comités de activistas e ideólogos de la independencia que estaban en
París, Londres, y el resto de Europa. Entre ellos, se cuentan
Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Manuel de Solar, Sucre, Pedro José Caro,
Pablo de Olavide, y probablemente Antonio Nariño, el precursor
neogranadino. Referente a los apoyos externos propone:
Una
alianza defensiva formada por Inglaterra, los Estados Unidos de América
y América meridional, se desprende fácilmente de la naturaleza de las
cosas, de la situación geográfica de cada uno de los tres países…y del
carácter de las tres naciones, por lo que es imposible que esta alianza
no sea de larga duración, sobre todo si tenemos cuidado de consolidarla
en su forma mediante la analogía política de los tres gobiernos, es
decir, por el disfrute de libertad civil sabiamente entendida
Esta
Acta fue enviada a los gobiernos de Inglaterra y Estados Unidos, a
través de sus embajadores en París, que mantenían una relación fluida
con los principales portavoces de los independentistas
hispano-americanos.
Nótese que en esta alianza
no se incluye a Francia. En 1798 los revolucionarios franceses le
proponen al General Miranda ir a derrocar una insurrección negra,
germen de la Revolución Haitiana. Él se opone, argumentando: "no voy a
ser un agente de la expansión revolucionaria de Francia". Era claro, se
había declarado la República, pero no la liberación de las colonias que
mantenían. Ellos eran republicanos pero no antiesclavistas o
anticolonialistas. Así comenzaba el expansionismo del proceso
revolucionario que acabó instalando el Imperio Napoleónico y una
ofensiva militarista, esclavista y de conquista11.
Tanto Inglaterra como Francia estaban muy interesadas en los procesos
americanos por intereses económicos y estratégicos. Lástima por
Rousseau, pues una de las embarcaciones más conocidas de la trata
negrera llevaba el nombre del ilustre pensador en los años de Napoleón.
4. Los excluidos de la Independencia y la Libertad: pobres, indios, negros y mujeres
Los
primeros beneficiarios de este proceso de liberación (parcial) fueron
los sectores emergentes de las burguesías locales y metropolitanas. En
el caso de Estados Unidos, es de extremo interés ver que el
desarrollo de las fuerzas productivas fue encarnado, sin ánimo
metafórico, por hombres como George Washington, Thomas Jefferson, John
Adams, Madison Hamilton, es decir por los hombres más prósperos del
país, acaudalados, propietarios de grandes extensiones de tierras, de
esclavos, e interesados por la mecanización de la producción. Los
agricultores reclamaban que sus granos se vendieran a muchos países y
no sólo a Inglaterra, que tenía capacidad para comprar solo una parte.
Era claro que la institucionalidad inglesa, con un monopolio comercial
estricto, era una traba para el robusto crecimiento de la economía de
las colonias americanas.
Era natural por lo
tanto que al frente de la Independencia se pusieran entonces las
cabezas económicas del país. De esta realidad, se desprende una
estrategia política en todo el proceso de independencia: asociar
la Independencia de las colonias a la Libertad de los individuos. Había
que romper los sistemas de trabajo serviles propios de las monarquías
para crear una fuerza laboral numerosa en las ciudades, especialmente
en las zonas industriales del noreste norteamericano: Filadelfia, Nueva
York, Boston, donde había un crecimiento sostenido. Era necesario,
pues, integrar, con promesas, a los esclavos y a los negros libertos a
un proyecto político libertario que implicaba una lucha. En el caso de
los pueblos indígenas norteamericanos, que estaban haciendo sus propias
sublevaciones para liberarse precisamente de los colonos americanos que
se apropiaban de sus tierras, no solamente no fueron incluidos en
los planes de Independencia y Libertad, sino que la propia
Declaración se refiere negativamente a ellos llamándoles «indios
salvajes», acusándoles de estar manipulados por Inglaterra.
El historiador Charles Beard, en su libro An Economic Interpretation of the Constitution,
estudió el trasfondo económico de las propuestas políticas
de los 55 delegados que se reunieron en Filadelfia en 1787
para redactar la Constitución, vigente hasta hoy en día. La mayoría de
ellos eran abogados, ricos en cuanto a tierras, esclavos, fábricas y
comercio marítimo. La mitad había prestado dinero a cambio de
intereses, y cuarenta de los 55 tenían bonos del gobierno. Este
estudio muestra que la «mayoría de los redactores de la Constitución
tenían interés económico directo para el establecimiento de un
gobierno federal pujante.»
La Revolución
Americana necesitaba miles de hombres y mujeres a su servicio, los
cuales se consiguieron mediante la leva general de blancos pobres,
inmigrantes irlandeses, negros libertos y pardos. Se reclutaron también
cocineras, enfermeras y costureras para los cuarteles. Muchísimos
jóvenes murieron en estas luchas, que se prolongaron hasta mediados del
siglo XIX con la conquista del Oeste y las guerras para «trasladar» a
los pueblos indios de sus lugares originales hacia el interior del
país. El costo en vidas humanas fue enorme, sobre todo en las
poblaciones que eran víctimas de mayor discriminación. En las ciudades
floreció un numeroso proletariado industrial, compuesto por hombres y
mujeres que trabajan 12 horas al día. La Independencia política se
instaló rápidamente, la Libertad individual se incorporó a las leyes
pero las oportunidades de progreso no eran equitativas para todos.
Las
promesas de abolición de la trata no se cumplieron, a pesar de ser una
ley aprobada por Jefferson en 1804. La razón de las contradicciones
entre las promesas de libertad y la realidad económica puede ser
resumida de la siguiente manera: «el apoyo a la esclavitud estaba
basado en un hecho práctico incontestable: en 1790 el Sur producía mil
toneladas anuales de algodón; en 1860, la cifra había subido ya a un
millón de toneladas. En ese mismo período se paso de 500 mil esclavos a
4 millones»12.
Con la política de los «traslados" forzados, la población
indígena fue diezmada, expoliada, alcoholizada, y una masiva ocupación
de sus tierras dio lugar a nuevas fortunas del personal político.
Si
bien es cierto que la Independencia de los Estados soberanos tanto en
el norte como en el sur se consolidó, en materia de libertad integral y
de igualdad no se puede asegurar lo mismo. Procesos semejantes
ocurrieron con los nuevos Estados de la América Hispana. Los indios de
la Pampa argentina, de la Patagonia chilena, de los Andes peruanos, del
Chaco paraguayo, de la sierra mexicana, de la Amazonía brasileña, de la
selva venezolana, fueron blanco de persecución, expoliación, y
desagregación de sus comunidades, instalándose un proceso de
colonización interna que no ha concluido en nuestros días. También
estos métodos hemos compartido con la otra América.
Para
muchas mujeres, las luchas e ideales independentistas representaron el
campo propicio para desplegar las habilidades y destrezas que eran
negadas por la estructura social existente. Además se despertó en
muchas de ellas los primeros sentimientos por una igualdad entre los
géneros. A diferencia del Norte, donde tuvieron una participación
anónima, en el sur es conocido el rol protagónico que tuvieron decenas
de mujeres en ese primer movimiento emancipador latinoamericano de José
Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru. En primera línea, la esposa del
líder de la rebelión, Micaela Bastidas. Ella exhortó a Túpac
Amaru, en una carta reveladora de su aguda visión estratégica, a
tomar el Cuzco, lo que hubiera representado un gran golpe contra
el ejército español. Seguirán otras heroínas como Tomasa Tito,
cacica de Arcos y Acomayo, Micaela Castro, la jefa de batallones
indígenas y esposa de Julián Túpac Catara, Bartolina Sisa, Gregoria
Apaza, «la Virreina», entre otras. Todas ellas tuvieron una
cruel muerte por parte del ejército español.
Otras,
como la legendaria Manuelita Sáenz Aizpuru, sufrieron la incomprensión
de la sociedad de entonces por encarnar todo lo que la sociedad negaba
a las mujeres de su época: independencia frente al dominio
masculino, destreza política, inteligencia vivaz. Promovió
las causas independentistas no solo con sus propios recursos
personales, sino participó en las acciones de la independencia
activamente, contribuyendo financieramente y participando en los campos
de batalla como el de Ayacucho, acción por la cual recibió el grado de
Coronela del Ejército libertador.
En
Norteamérica, la Independencia representó para muchas de ellas el
despertar de la igualdad en los géneros. La situación de las
mujeres era de dependencia casi total de su entorno masculino
inmediato, además no les estaba permitido tener propiedades, establecer
contrato alguno o recibir la misma educación que el hombre, Esto
se refleja en una carta de Abigail Adams, dirigida a su esposo John
Adams, quien fue Presidente de la República:
No
es posible decir que yo crea que tú eres muy generoso con las
mujeres, pues mientras proclamas la paz y buena fortuna para los
hombres, al liberar todas las naciones, sigues insistiendo en que los
hombres mantengan un poder absoluto sobre sus esposas [7 de mayo de
1776]13
Estas
últimas líneas revelan la flagrante contradicción de los protagonistas
de la Independencia: lucharon para liberar a sus naciones de un poder
foráneo pero no lo hicieron de igual modo para liberar a sus mujeres,
sus esclavos, sus sirvientes y sus asalariados.
Conclusiones: ¿Con qué legado afrontar los desafíos actuales?
La
revolución por la Independencia y la Libertad constituye un momento
estelar en la mundialización del capitalismo librecambista. Cabría
preguntarse ahora cuáles son los desafíos de la globalización del
mercado hoy en día, es decir, cuáles son los retos que tendrán que
enfrentar nuestras naciones en estos tiempos del Bicentenarios.
La primera novedad es el surgimiento de nuevos actores de la
política mundial, un nuevo orden global que incluye a la China, la
India, Rusia, Corea del Sur, Brasil. Un estudio prospectivo del Banco
Mundial estima que en el 2020 estos cinco países integrarán el nuevo Grupo de los Diez.
En este nuevo esquema, no hay que perder de vista que el crecimiento
sostenido de la China, de la India o de Rusia,
podrían resultar de interés para la región —nótese el condicional—, si
se establece una estrategia nacional y regional común para defender los
precios de nuestras materias primas, tan codiciadas por
el mercado global. ¿Qué políticas adoptaremos con nuestros recursos
naturales, especialmente el petróleo, el gas y el agua?, ¿cómo vamos a
manejarlos para favorecer a nuestras naciones dentro del ámbito del
mercado global? Juntos los países de nuestra región, resolviendo los
problemas que tienen pendientes entre ellos, pueden alcanzar una
autosuficiencia energética regional, que les permita vender sus
excedentes a precios competitivos en el mercado global. Aquí hay pues
opciones estratégicas a escoger: o un manejo de los minerales y
energéticos que conduzcan a una prosperidad compartida o un manejo como
hoy, caracterizado por crear riquezas en el exterior y pobreza y
deterioración ecológica en el interior.
En
el escenario de que China cumpla un rol relevante en el orden mundial,
¿cómo serían nuestras relaciones con la China y con los Estados Unidos?
Si así fuera, ¿tendríamos entonces un acercamiento distinto con los
Estados Unidos? Veamos: al respecto es ilustrativo el libro "Who are we? de Samuel Huntington14.
Un capítulo está dedicado a los «latinos». Es la percepción de un
agudo estudioso de la geopolítica sobre la primera minoría en los
Estados Unidos (donde hay en este momento 35 millones de hispanos).
Allí se sugiere que el modelo de vida de los latinos o hispánicos
resulta atrayente. ¿Será porque tienen un espíritu gregario, una
gastronomía condimentada, bailan salsa, tango, saben cantar, tienen
sentido de la familia, les interesa la cultura y la política, son
católicos y receptivos a la interculturalidad, etc.? (perdonen por los
estereotipos, pero así nos perciben...) Se produce así una mezcla entre
culturas, que incluye un gran número de matrimonios mixtos, que da
origen a un fenómeno de mutuas influencias. Y estos 35 millones mueven
10 mil millones de dólares semanales entre viajes, comidas, discos,
ropa, estilo de vida, etc. Es por esto que Samuel Huntington,
antiguo Consejero del Departamento de Estado, considera que Estados
Unidos es hoy no solamente angloamericana, sino también hispanoamericana y bilingüe.
¿Eso nos autoriza a pensar que Nuestra América ya forma parte de
los Estados Unidos o que los Estados Unidos ya forma parte de Nuestra
América? ¿El Panamericanismo no fue un ideal de los Padres de la
Independencia del Sur y del Norte?
Otro
desafío crucial es la reducción de la pobreza. En un
continente marcado por una brecha de desigualdad, la conflictividad
social es muy grande. Efecto de ello es una institucionalidad
deficiente y volátil. Tenemos instituciones que no duran mucho
tiempo, gobiernos que no concluyen sus mandatos. En varios países, el
40% de la población sobrevive en la franja de la «pobreza extrema». Así
no es seguro que lleguemos al 2030, en razón de las conmociones
sociales y de violencia que se producirían. En este siglo ha habido ya
4 crisis que han derrocado gobiernos legales. No apostar por el
cambio y la innovación sería una negación al mensaje de libertad,
equidad y equidad que nos dejaron pendientes, como metas a
alcanzar, las gestas inconclusas de la Independencia. Tenemos que
efectuar cambios estructurales, crecimiento con equidad,
redistribución, fomento de la participación social a través de la vida
asociativa, movilizar las fuerzas innovadoras y creativas de la
sociedad. Habría que rediseñar el modelo de desarrollo económico,
social y cultural.
Un reto de extrema
importancia es también la preservación de la biodiversidad
y el uso adecuado de los recursos acuíferos. Se ha comprobado que no
hay suficiente agua en el mundo y que los complejos ecosistemas de
nuestro planeta están al borde del colapso. Las guerras futuras van a
ser guerras por el agua, y por la apropiación de la
biodiversidad. Nuestra región tiene el 40% de la biodiversidad
planetaria: están en el Chaco, la Amazonía, en los pisos ecológicos de
los países andinos, en los bosques de Costa Rica, de México. Nuestra
región forma parte del exclusivo Grupo de los Doce, que son
los doce países con la mayor biodiversidad planetaria. A pesar de
esto, en la región existen graves carencias en la gobernabilidad del
medio ambiente, en el manejo adecuado de los recursos hídricos y el
desarrollo sostenible. Es necesario, que el Estado asuma un papel más
activo en la resolución de conflictos entre los intereses privados y
los bienes que por su naturaleza pertenecen al conjunto de la nación.
En este mismo momento, en la Amazonía una especie de árbol desaparece
cada día debido a la tala indiscriminada, los ríos en los Andes son
contaminados por relaves mineros y en las selvas de Costa Rica los
campos de cultivo industrial desplazan la flora tradicional existente.
Problemas como estos y el recalentamiento de la tierra ciertamente que
no estaban en la agenda de la Independencia, pero los indios del norte
tenían mucha razón cuando luchaban por el respeto y la preservación de
la naturaleza: el agua, el viento, la tierra. Ya el jefe Sealth
le dijo al presidente Pierce: «¿Cómo se puede comprar o vender el
cielo, el calor de la tierra? Esta idea es extraña para nosotros.»
Quisiera
terminar señalando la importancia del diálogo entre nuestros
pueblos, el poder de la interculturalidad. La globalización ha generado
una reacción afirmativa de los pueblos en términos
culturales, que estimula una lectura cultural —que ha estado ausente
muchas veces— de la historia y la política. Hay un reconocimiento a la
identidad plural, abierta a la diversidad y a la afinidad. Una
lectura intercultural de la Independencia se hace necesaria.
Interculturalidad que estuvo encarnada en algunos de nuestros próceres.
El historiador Hugo Chumbita realiza una lectura de este tipo a
propósito de la identidad étnico-social real de algunos
líderes de la independencia. Su investigación muestra, documentos en
mano, que José de San Martín era hijo de una joven guaraní de Yapeyú;
Bernardo O’Higgings tenía por madre una distinguida joven de origen
tehuelche (la familia Riquelme) y Simón Bolívar, Bernardo Monteagudo,
Micaela Bastidas tenían orígenes afro-americanos. Esto ayudaría a
explicar determinadas decisiones de estas personalidades relacionado a
los pueblos sometidos de América15.
Una expresión de esta lucha por una interculturalidad democrática se
encarna hoy en la figura de un Jefe de Estado de origen aymará.
Hay
otras señales interculturales alentadoras. La lengua española será
hablada por 700 millones hacia el 2020. Brasil se ha propuesto
para ese año ser un país bilingüe: hablar español y portugués, y para
eso preparan a más de 25.000 profesores. Hay pues cambios
geopolíticos en la región, con una nueva generación de líderes
políticos, llevando adelante procesos innovadores, tratando de
consolidar la estabilidad institucional. Se trata de encaminar, en lo
posible, una gestión política visionaria y de largo plazo.
Gobernar es saber. Gobernar es prever16.
Ahora
que se rompen muchos paradigmas de la Modernidad, que nuevas propuestas
epistemológicas se ofrecen en el mercado del conocimiento, que
tradiciones ancladas en viejos hegemonismos compiten con saberes y
técnicas venidos de otras tradiciones civilizadoras, nuevas visiones
surgen en este terreno abonado para el cambio y la innovación. Se
rescatan saberes como la sabiduría estratégica china, la sagesse africana, el Arthasastra Hindú17,
que se suman a teorías contemporáneas de la complejidad (Edgar Morin) y
el caos (Ilya Prigogine), la moral en la economía (Amartya Sen), entre
muchos otros, que nos pueden brindan una ocasión de cotejar nuestras
propias tradiciones intelectuales, experimentales y creativas en aras
de repensar nuestro papel en el mundo global y revisar nuestros propios
procesos regionales y nacionales. Hoy mismo ante nosotros se
llevan adelante en diversos países proyectos que tienen
dimensiones estratégicas, que son proyectos nacionales singulares
que difícilmente entran en las categorías sociológicas convencionales y
que forman parte de nuestra tradición experimental. De que
en Chile y Argentina una mujer asuma la Presidencia y en Bolivia
un aymará, es también una significativa apertura en tiempos
interculturales.
¿Qué aprendizaje hemos
hecho de dos siglos? Ya sabemos que en este proceso inconcluso
quedan pendientes demandas a satisfacer en los campos sociales,
políticos, etno-culturales y de género, y que la equidad y la justicia
social siguen siendo reclamos mayores de los movimientos populares.
También la historia registra que la primera colonia en independizarse
ha logrado, en menos de 150 años, convertirse en la primera potencia
mundial, lo que es una novedad en la historia de la humanidad. Y
recordar siempre que en la geopolítica de los poderes, la Independencia
y la Autodeterminación de los pueblos nunca se logran de una vez y para
siempre, sino que son una tarea permanente. Pero no hay que
olvidar que en la región estamos hoy en un proceso de cambios, de
autodeterminación y de construcción creativa.
En
nuestra América late siempre una alteridad política, económica y
cultural, un campo abonado para la innovación y la experimentación
basada en su propia realidad, tradición plenamente vigente hoy en día
si se observan con atención los diversos procesos políticos que afloran
en la región: Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Nicaragua, Cuba,
Chile, Ecuador, donde en medio de tensiones entre fuerzas políticas
creativas y fuerzas proclives a la repetición surgen al igual vías alternativas18,
propuestas societales innovadoras, medidas económicas endógenas,
estrategias asimétricas, democracias abiertas a la diversidad étnica y
de género que buscan escapar de los modelos hegemónicos impuestos
y experimentar caminos propios para alcanzar la justicia social, la
equidad económica y darle a la democracia un contenido real.
Paris/Lima diciembre 2007
* * *
Notas
*
Texto de la conferencia impartida en el II Congreso Internacional
Extraordinario de Filosofía, ciudad de San Juan, Argentina, 2007.
1
Un vasto proyecto de conservación del Qapac Nam, propuesto por los
países andinos, está en curso de evaluación por la UNESCO para ser
declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad.
2 En la Ética a Nicómaco, por ejemplo, Aristóteles menciona que ‘la vida teórica es la finalidad del hombre virtuoso’ (X, 7, 1117ª10).
3 Montiel, E. El Humanismo Americano. FCE. Lima 2000.
4 Hugo Chumbita. Hijos de la Tierra. Emecé Editores. Buenos Aires 2004. 295 pp.
5 Basil Hall, El impacto de San Martín en el Perú, Memorias del Jefe del escuadrón de la Real Armada en el Pacífico. UNESCO, Lima 1998.
6 Edgardo Mondolfi, Testigos norteamericanos de la expedición de Miranda. Monte Ávila Editores. Caracas 1992. Contiene testimonios de tres participantes: John Sherman, Moses Smith y Henry Ingersol.
7 Besil Hall, El impacto de San Martín en el Perú, Memorias del jefe del escuadrón de la Real Armada Británica en el Pacífico. UNESCO. Lima 1998.
8 Robert Freeman Smith. «The American Revolution and Latin America. An Essay in Imagery, Perception and Ideological Influence». Journal of Interamerican Studies and World Affairs. Vol. 20, n. 4, nov. 1978. pp. 421-444.
9 Este «juego de influencias y de intereses» es bastante complejo, y constituye el tema del volumen colectivo La France et les Amériques au temps de Jefferson et de Miranda reunido por Marcel Dorigny y Marie-Jean Rossignol. Société des Etudes Robespierristes, Paris 2001.
10 Carmen Bohórquez, Francisco de Miranda. Precursor de las Independencias de la América Latina. Fundación editorial El perro y la rana, Caracas 2006
11 Yves Benot. La démence coloniale sous Napoléon. La Découverte. Paris 2006.
12 Howard Zinn. La Otra Historia de los Estados Unidos. Ediciones Las Otras Voces. España 2005.
14 Samuel P. Huntington. Who are we? The Challenge to America’s National Identity. Simon & Schuster. New York 2004, 488 pp.
16 Edgar Montiel, Gobernar es Saber. FCE. Lima 2005, 103 pp.
17 Kautilyan. Arthasastra. Traité de Politique.
Editions du Felin, Paris 1998, 155 pp. Han Fei. El Arte de Gobierno
(escrito quinientos años antes de Cristo). Existe edición en español.
18
La riqueza y variedad de los planteos y movimientos alternativos las
han recogido Hugo E. Biagini y Arturo A. Roig en tres volúmenes
dedicados al Pensamiento Alternativo en Argentina y América Latina, publicado en Buenos Aires (Editorial Biblos 2004).