* Primeros poemas del libro inédito «El exceso negro o La cólera feroz, majestuosa»
Él dice
él dice, el solo sentido, la vida
la vehemencia
cuando yo no estoy
tú eres el guardián de la noche
y del alba agredida
tú no renuncias
a tu ebriedad de sombras
tu camino, ¿grotesca coreografía?
no, puedes ocuparte de la órbita
del mundo
tu furor, ¿tu yunque
inmovilizado?
sí, pozo
ahíto de sangre
el mundo, el dolor
eso es: no hay escapatoria
pero hay que hallar salida.
Espacios en acecho (1)
él dice, el mundo escupe noche a la noche, muertos
que jamás fueron azuzados
por el cielo
las cartas se juegan, acepta
la deslumbradora
luna en frente
sí, la herida crece
el alimento terrestre
a la luz del día: el terror
el tiempo, la arena
de la desesperación
que asimismo escupe la noche.
Espacios en acecho (2)
él dice
umbría área
es la de dentro
radiante
la oscura gota de rocío
el mundo, mar enfurecido
él dice
continuar con la infinita apetencia
no con la infinita desesperación
él dice
sí, el mundo continúa
siendo deslumbramiento.
El caos (1)
él dice
tu pasión de la vida
es la altivez
de yedras originales
él dice
tú partes a pie, dos
el otro, el tú
que eres tú mismo
¿sabes a dónde ir
o es el vagabundaje de los heridos perpetuos?
basta, dice.
El caos (2)
él dice
no tendrás armonía
buscaste la verdad
encontraste
el asombro de la herida
el grito de cenizas
su aleluya
sábelo dice, el caos te salvará
como la exuberancia de la búsqueda.
Alba (1)
a georges bataille
él dice
no sabes quién te habla
¿la dépense, la desesperanza?
él dice
debes gozar de la beatitud de la bestia
debes arrostrar
el mundo
también el dragón
—su fuego, su juego—
el que da con
el día indemne
y luego lo escupe
por irreal
él dice
debes afrontar la desesperanza.
Alba (2)
él dice, es tu estación
el estío, su brío
y lo saludas
todo es claro
a esta hora
alba del llanto
aguas en florescencia
—no importa
estamos, somos, alertas—
la ola salvaje
vienen y vienen
al tragaluz sin redención
también –tan bien— la sal, el sudor
flotando sobre la piedra.
Génesis
aquí
la explicación, dice
la bestia herida te hiere
la bella cosecha:
la cólera
—feroz, majestuosa—
no la puedes evitar
otro hallazgo, no tienes
de la herrumbre
sonámbula:
el absoluto.