* Estos poemas son parte de un libro en preparación, cuya publicación está bajo el cuidado de Alfredo Quintanilla.
Soy bruja, no guerrera
Soy bruja, no guerrera
apta para acunar en mis dedos el aire
tengo tratos
con los seres del sueño.
El tiempo me obedece;
confiero eternidades al segundo inefable,
acelero
el amargo momento.
Las fuerzas primordiales me alimentan
bruja soy, discípula del fuego.
A lomos de alba nueva he cabalgado abismos
las montañas me han visto
convertida en gaviota.
Con constancia me instruyo
en la palabra arcaica, subversiva
que puede trastocar la sólida estructura
del mundo de los hombres.
Soy experta en lenguajes;
converso con el pez y la paloma
reconozco
los signos del silencio.
Mi memoria acumula las antiguas leyendas;
a mitad del crepúsculo
voy cantando la saga
de frágiles, hermosas utopías.
No pertenezco
a cuerpo organizado alguno:
me amenaza la hoguera.
Soy bruja, no guerrera;
carezco
de asentamiento fijo en donde acuartelarme
cuando llega el invierno.
Procuro mi sustento protegida
por la benevolencia con que pinta los árboles
la luz de las estrellas.
Desconozco la técnica de la lanza y la espada
soy pequeña;
mujer de viento y agua
toda ley me es ajena.
El verbo pronunciado es mi única defensa
mi persona confío
a la sabiduría de los viejos hechizos.
Me abro paso hacia el propio corazón de la noche
desamparada, sola,
sin armas, peligrosa,
oculta en la misericordia
de la tierra.
Apenas sobrevivo para ser derrotada en el presente
y seguir anunciando
los siglos venideros.
Bruja soy, definitivamente, no guerrera.
Barcelona, junio 1987
¿Dónde están? (Maypim Kayanku)
Con ceniza en el pelo
Con la ropa y el alma desgarradas
Por el dolor injusto que me quema,
Veo a la gente trajinar su camino;
Veo que comen, cantan y festejan.
Y yo, que sólo aliento
Para cuidar tu espacio
Yo que sólo amanezco cada día
Para aguardar la hora bendita
En la que vuelvas,
Me asombro de su calma.
Cómo tan ciegos son
Que mis llagas no alteran su paisaje.
Cómo tanto dolor no resquebraja
La precaria estructura
Que sustenta sus cosas.
Cómo no se dan cuenta
Que esta mi angustia,
Puede ser su propia angustia
Porque esta tierra dura
Es mi tierra y su tierra.
Tengo la lengua pegada al paladar
De tanto repetir tu nombre al viento.
Mis manos envejecen tocando portones
insensibles
Que me ofrecen silencios por respuesta.
Dónde estás. Dónde han puesto,
luz de mi vida, tu sonrisa.
Quién ha sido capaz
Quién me castiga con tu ausencia
Como la ola que una y otra vez
Baña la playa; como resaca,
Mi esperanza terca te busca
En cada rostro, en cada dependencia.
No hay funcionario a quien
No haya hecho testigo de mi pena.
Paseo por las plazas tu recuerdo.
Con mis ganas de verte
He gastado las piedras.
He mezclado mis lágrimas
Con lágrimas ajenas
Que ahora tienen el sabor exacto
De las mías.
Herida junto a herida preguntamos:
Qué razón es más grande
Que el derecho de saber dónde está nuestra sangre.
Quién se atribuye el poder de arrancar
Las entrañas del cuerpo
Quién osa, quién se atreve
A vaciarnos las manos de ternura.
Quién nos deja sin objeto de amor.
Quién, ensuciando su propia humanidad,
Enloquecido, insiste en separarnos.
¿Dónde estás?, ¿dónde están?
Lima, 1989