Todo es efímero:
el sol, las estrellas y la luna.
¿Qué son esos ruidos?
Una piedra que sobre la piedra cae.
Todo pasa, todo cuenta:
El camino, la soledad, el olvido.
¿Qué es eso, lo que veo?
Un fuego amargo que de las nubes desciende.
Todo es silencio:
tu voz, la mía, la nuestra.
¿Qué son esos gritos?
Niños buscando a sus madres muertas.
Madres buscando a sus niños muertos.
Todo es efímero:
el dolor, la vida, la sed.
¿Quiénes son esos, los que van por ahí?
Almas buscando su cadáver
quemado por el fuego y la ceniza.
Todo me ausenta, todo me fenece:
el grito, la madre, el niño.
¿Y aquello que no veo?
Casas, polvo, sangre,
y niños despedazados por el miedo.
Todo pasa, todo queda:
el amor, el odio, la indiferencia, no el olvido.
¿Y esa voz de dónde viene?
De la tierra, de la muerte, de la herida,
que paseándose va entre nubes de polvo y miseria.
Todo es efímero:
el sueño, la mirada, y tu sonrisa.
¿Qué fue aquello que cayó de la nada?
Una mano, la mano de la muerte andando,
de noche a noche, buscándose de un lado a otro.
Todo es nada:
la paz, la guerra, la ceniza.
¿Qué es eso que oigo con una sola oreja?
El fuego devorando al fuego,
el odio consumiéndose en el odio.
No hay paz, para ti, caminante del desierto.
Todo es cal, todo calmo:
mi palabra, la tuya, la nuestra.
¿Y aquello tan oscuro, qué es?
Rostros peregrinos de la muerte.
Mensajeros, ángeles de la muerte,
derramando su savia en los caminos y las casas.
Aquí está la paz, aquí la guerra,
van, cada una con su bandera,
a encontrarse en el fango
del corazón del hombre.
Y así, queriendo gritar, no gritamos.
Sólo miramos, sólo miramos,
que hombres despedazan a los hombres,
que hombres despedazan a los niños,
que hombres despedazan a las madres.
Y no hay ni lágrima, ni agua, ni llanto
para decir lo que sentimos.
Y así, queriendo gritar: ¡gritamos!,
entre luces y noches que se incendian.
París, 16/1/2009